martes, 29 de mayo de 2012

cartas de tarot

No sé cómo decirlo, pero fue una noche con un poquito de todo.  No niego que hubiere querido imaginarlo. Quizá lo hice.  Pero fue una pizca muy pequeña. Como un instante que se mete en la cabeza con mucha fuerza, pero de pronto algo sucede en el mundo real que hace que ese pensamiento, ese pequeño imaginativo desaparezca.  Una noche de jazz, nunca me lo esperé.  Es muy cierto lo que te dije mientras yo miraba la luz de la calle que se colaba en la madrugada por la ventana, y tú simplemente tibia de abrazos, no sé si mirabas la ventana como yo, perdido, no sé si pensabas lo mismo que yo, sin rumbo alguno, no sé exactamente cuál era tu posición exacta en la batalla, pero sin embargo ahí estábamos, detenidos por el tiempo.  Justo después de regresar del jardín en el segundo nivel del hotel, todo el mundo dormía bajo el hechizo de la leve llovizna, o bajo los efectos de la cerveza y el agua ardiente que rodó de boca en boca por los pasillos hace tan solo un par de horas atrás.  Nos asaltó la madrugada, me dijiste loco, lo acepté con una sonrisa perdida, pues simplemente no cabía en mi mente ese instante. 

Tiempo atrás su acento me atrajo, estaba ella sentada hablando y diciendo no sé qué, pero no pude evitar detenerme en la comisura de sus labios y en sus ojos parpadeantes, sus manos al ritmo de su voz, y su silueta entera en el sofá del corredor.  Yo como siempre entre mis líneas aburridas y al mismo momento sorprendentes. Pero como dije, me detuve en la delgadísima línea que separa a uno del otro, solamente si uno así lo quiere.

Sentí tu cabeza sobre mi hombro, yo sabía que eso no era una señal cualquiera, evitable.  Al contrario era la confirmación de lo que se vendría, de lo que no quise escapar.  Esto por varios motivos.  La principal. La colocación de los planetas durante esa noche, las cartas del tarot cayendo sobre sus manos para alguna gente relacionada a nosotros dos y donde salió este encuentro azar del destino. La lluvia de esa noche. La cerveza y el licor. El momento en que decidí tomar el volante y llegar hasta ese lugar y que la señora del parqueo me diera todo el chance de estacionarme a un muy bajo precio.  El momento en que nacimos y los diferentes atajos que tomamos en el camino para llegar precisamente hasta ese instante.  Te lo dije. Yo veía la ventana, una luz amarillenta se colaba y por el tipo de cristal con textura se producía un efecto como de piel de jaguar estático para no mojarse con la llovizna de esa madrugada.  Este instante es maravilloso.  Lleno de un par de minutos atrás en donde me perdí en el clip que colgaba de tu oreja izquierda, tu cabello corto, tus ojos y tu sonrisa cómplice.  Hubiera querido detenerme ahí y no seguir hasta donde llegamos, pero en las cartas la historia aún no tenía fin. Los segundos pasaron y entonces la sangre por nuestras venas reclamó su destino. Empezó a forjar el camino, no se detuvo, y el elemento principal de nuestros seres se hizo presente.  La lluvia no se detuvo, se convirtió en la gran envoltura de nuestro juego.

Tengo  miles de imágenes en mi cabeza, son como pequeñas ráfagas de colores. En todas ellas hay muchas formas, objetos, sonidos y gestos. Con cuál de todas ellas me quedo. Se me vienen como una catarata de cosas sobre mi cuerpo, no me puedo hacer a un lado. Es imposible escapar, sobre todo porque también deseo mantener esos recuerdos en la cabeza.  Me viste huir. Despavorido.  Como un ladrón en la oscuridad. Pero iluminado con la luz de tus ojos. Ellos me vieron, me vieron desde hace mucho tiempo, me vieron en la madrugada, me vieron en la huida. Me verán.  De eso no hay duda.  Las cartas siguen cayendo a la mesa.  Alguien las está leyendo, alguien está conociendo lo que se nos viene.  Yo tengo algunos presentimientos. Específicamente los de mi huida.  No te miento, esa mañana, cuando el sol lentamente asomó su cara, yo me fui a ver la televisión por cable, cuando salí de la habitación pensé por un segundo que todo había sido un sueño. Muy bueno por cierto. Pero en el fondo supe que fue verdadero, mejor aún. Todo es tan real.  La sangré. La saliva. La ventana simulando la piel de jaguar refulgente. El eco de jazz en todo mi ser.  Su silueta sobre mi. Toda la habitación sobre nosotros. La huida que desde ese instante busqué. Tal como lo predijo una carta bajando de una mano ya muy vieja en el siguiente turno. Sigue la adivinación del destino. Sigue el reloj su camino.  Mis pasos buscando la nada en la ciudad. Tus ojos señalando mi huida. Una carta tas otra donde seguro aparece un encuentro, donde yo tengo que detenerme y decidir. El poder no está en la carta. El poder lo traemos con nosotros.  Pero es un poder gobernado sobre todo por la sangre, y es ahí donde la razón pierde la batalla.  Sobre todo en mí, que me dejo llevar por la gran corriente del torrente rojo, y busco siempre desembocar y encontrarme con las mares bravas, convulsas y tiernas que habitan este planeta. 

Sinceramente quisiera repetir ese instante. En donde sea que nos encontremos. Pero ante mí huida no sé bien.  Loco. Loco. No sé qué significa con exactitud esta palabra, cada cual la toma como quiere, al final solamente hay una definición de ésta en el diccionario, pero como todo lo humano: Incomprensible. Quizá me asemejo yo a ese significado, quizá no. Solo sé que me da vueltas por la cabeza como eco galopante de otras miles de voces. A veces huyo también de esta palabra y su significado, luego la busco y me la pongo como gafete de identificación, a veces me crea problemas serios de identidad, a veces pienso que la utilizamos a conveniencia.  Creo que al final las cartas que nos marca son estas: La locura, el encuentro y gobernando a ambas la sangre.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El despertar de un huracán que se encontraba encerrado en una gota de lluvia.

Estaba pensando hace un instante. Y no entiendo aún por qué llueve. Quizá sea porque… ¿Recuerdas? En el instante que llegamos cayó la tormenta. Y qué pasará cuando nos vallamos de este sitio. La lluvia se ira con nosotros. Y en que momento caerá de nuevo. No quiero que el camino se extienda con tiempo de arena, ni que las serpientes me piquen los talones cuando escurra cada segundo. Entiendo. Y qué haré cuando tenga secos los labios y cuando al borde de la locura implore un poco de lluvia. Dentro lloverá… En el recuerdo. No me bastará. Nunca es suficiente. Y nunca lo será. Sigue lloviendo. ¿Y dentro de ti? Llueve aún más. Me encanta escuchar la mezcla de los sonidos de esta tormenta y tu voz. Imagino que mis dedos se convierten en lluvia y me adentro al misterio de tus cabellos. Y más. ¿Hasta dónde? Hasta donde tus cabellos se conviertan en la oscuridad y mis dedos se hallen perdidos. Hasta que tus palabras olviden el lenguaje estructurado y opten por el lenguaje del alma y de la locura. Hasta que me convierta en gota de lluvia y descubra tus mantos acuíferos en la inmersión por tus profundidades. Hasta que tus cabellos aprisionen mis dedos y un vaivén de vida y muerte bese nuestros cuerpos. Hasta que la lluvia se convierta en ave huracán y en sus alas nos lleve lejos. Hasta que las estrellas todas se unan y provoquen el inmenso rayo de luz blanca que descenderá a la tierra y en un segundo descubra tu misterio…
No entiendo si nosotros buscamos la noche o fue ella quien nos buscó hasta hacernos diminutos. Cada uno traía una mitad de ella y la mitad de un deseo. ¿Desde cuándo? Desde aquella mirada. ¿Cuál? Una muy filosa y con punta de lanza que encabezaba una guerrilla de sonrisas en plena mañana. Lo sé por el color de tus mejillas. Rojo. Como la sangre trémula de esta batalla. ¿Quién vencerá? ¡Ambos! Porque descubrimos nuestras alas y en este cielo nocturno nos hacemos al vuelo, porque he descubierto tu deseo y tu mitad. La mitad eterna. Porque ahora somos dioses, dueños del tiempo y de la noche. Porque no necesitamos de máscaras encima de esta nube. Porque solo existimos ambos en todo el universo. Y en él nos reímos. Aborreceré la luz del día, pues con esa luz solamente veré la distancia. Y la noche solo me arrinconará en la nostalgia. No quiero pensar en ello. Yo tampoco. ¿Ya te diste cuenta? Sí… Creo que es un huracán. ¿Estas seguro? Sí, todo inició con una gota de lluvia.

sábado, 31 de octubre de 2009

Historia de qué sucede cuando uno se dispone a cruzar a otra realidad por la cantidad exacta de setecientos veintitrés mil millones de puertecitas y t

Existen setecientos veintitrés mil millones de puertecitas. Ellas esperan. Para que las toquemos despacito, pero con inquietud. Deseamos que al leve contacto de piel se abran de par en par. Y es entonces cuando entramos dispuestos a todo lo que sobrevenga. Y así es. Al inicio un choque eléctrico. Este recorre todo el cuerpo y aunque es muy conocido no terminamos de acostumbrarnos. Sentimos la perfecta irrigación cargada de átomos. Toda la superficie del gran río cálido se abre paso entre tierras y montañas. En la corriente perversa, peces blancos se mezclan en una danza sincronizada con los peces de color rojo y éstos con los proteínicos y almidonados microscópicos. Todo un cardumen de sensaciones se escapa a las profundidades donde se encuentran a la espera los peces de luz. Entonces se produce un destello. Vencemos la oscuridad y el tacto se apresura sobre el horizonte. La corriente se incrementa al doble. Los ríos se convierten en boas constrictoras que declaran batalla en un abrazo de muerte. Termina el invierno e inicia el verano con su fuego. Y se siente correr hielo justo en el centro de la existencia.
Todo esto ocurre porque además de las setecientos veintitrés mil millones de puertecita, hay también setecientos veintitrés mil millones de ventanales abiertos de par en par. Por ahí se cuela el viento y en el viento viajan los sueños que deseamos justo cuando se lanza una moneda a la fuente. El viento se los roba a la moneda con su pico de maña. Los necesita para alimentarse y darnos el soplo de vida cuando nacemos. Y entonces se produce el eterno ciclo. Viento va, viento viene, se cuela por la ventana y no se detiene. No piensa, no le interesa, solo se cuela y eso basta para el misterio. Nacen nuestras alas y se borran las cicatrices que nos sangran en el mundo que hay antes de la decisión de entrar o no.
Ya cuando ya hemos decidido cruzar de un mundo a otro por las pequeñitas misteriosas (porque se necesitan de dos para hacerse un uno perfecto), en ese justo momento podemos descubrir todos los elementos en nuestra materia que se extienden a lo largo de nuestro ser. Inicia el descubrimiento por medio de lenguajes nuevos, mientras la colisión vital inicia. Desde las entrañas hasta los límites de las superficies rumora la cascada de cristal que explota en miel y néctar. Un águila levanta el vuelo y con sus garras acaricia la superficie frágil. Las raíces se levantan de la tierra y la arañan, se levantan también los volcanes en erupción y nace el terremoto. Los ríos danzan y las boas se estremecen. Habla también el viento y vomita todos los sueños robados. La catarata se rompe, se quiebra su cristal y vence al silencio, el águila ha llegado a lo más alto y se dispone ahora a los abismos. Millones de átomos chocan una y otra vez, juegan a las embestidas de furia. Esperan a que el rayo y el trueno choquen contra la mar embravecida.
Es de tarde, y estoy a punto de cruzar. Espero en el viento el delirio de tu jardín y sus aromas. Los que hicieron primavera en la memoria de mis setecientos veintitrés mil millones de...

Historia del primer y último vuelo y de cómo se disfruta que el viento se lo lleve a uno muy, muy lejos…

Cuando se dieron cuenta de que la vida puede durar un par de horas se echaron a reír. Reír claro con cierta nostalgia, pues en ese mismo instante, el viento decidió que aquel último par de hojas otoñales se perdieran bajo la inmensa bóveda celeste.
Desde el otoño pasado, cada una en su sitio, habían visto pasar los días y con ello, creían haberlo visto todo. Creían además que su existencia había sido satisfactoria en ese lugar específico. Se habían relacionado con las hojas vecinas, y quizá se preguntaron momentáneamente ¿Quién será la hoja que apenas se divisa? Claro que, las que habitaban el otro extremo del gran árbol, no podían ser vistas, y ni por lo menos pensadas o imaginadas. Es difícil para muchos seres, preguntarse por lo que no existe, y prefieren permanecer en el límite definido de lo que creen que pueden contemplar con seguridad. La duda suele ocupar un efímero instante, como una pequeña llama que se enciende en medio de la oscuridad. Cuando esto sucede, hay un instante de magia en el cual puedes iniciar a ver que hay a tu alrededor, pero cuando se apaga, fácil es adaptarte a la realidad de la oscuridad. No hay descubrimiento en lo absoluto.
Pero aquella tarde estaba marcado el otoño. Y en esta época precisa del año, las hojas con solo el hecho de imaginarse viajando al ritmo del viento, era más que suficiente para esperar la tarde del primer y último vuelo. Fue entonces cuando sucedió. El viento inició a soplar pausado de sur a norte, levantando en el ambiente los aromas de aquella tierra bendita por el corazón del cielo y de la tierra. Con lentitud estética, los árboles iniciaron una danza desde sus copas alzadas. La tierra como en cada estación, llenó el ambiente con el coro del gran río, aves e insectos jugaban con sus voces mientras se bañaban.
El espacio celeste del cielo inició a oscurecer por las miles de hojas que emprendían el vuelo con la ayuda del gran vien, vien, vien, vien, vien, vien, vien, to, to, to, to, to, to, to. Y en todas direcciones se escuchaban car, car, car, car, car, car, car, cajadas. Reían las hojas, cuando subían, cuando bajaban. Reían y daban giros, reían mientras reían. Y se vestían de risas y de locura.
Y entonces se unieron aquellas dos. Habían sido vecinas muy cercanas del mismo árbol. Tiempo atrás, ya se habían intercambiado un par de miradas. Y no entendían aún por que. Alguna vez tuvieron un leve contacto por fuerzas físicas de la naturaleza. Pero hasta ese entonces no pasó nada más. Aquella tarde por el contrario, el viento se las llevó con dirección norte. Y mientras revoloteaban se veían. Y mientras se veían se creaba una conexión y un pacto entre ambas. El viento decidió por fin dejarlas caer en un sitio lejano y perdido. Estando ahí decidieron disfrutar la estadía. Se emborracharon toda la noche con miel y perfumes. Se intercambiaron las almas en un instante. Y tiradas en el suelo jugaron a la guerra y al amor.
La llovizna humedeció la tierra, besó su vientre y bajó hasta descubrir secretos sonoros en el choque sutil. El espacio se lleno de naturaleza. Dos hojas pegadas de labios, dos hojas de las miles que existen, dos que se hicieron entre llovizna y tierra. Dos hojas que se preguntaron ¿Qué es la vida? Y la descubrieron precisamente en ese instante. Esto es la vida… Reir, reir, reir… Detenerse en este instante. Empinárselo hasta el fondo.

lunes, 12 de enero de 2009

El camino del sol…

Y acá estoy de nuevo
Viendo pasar el sol y su camino incansable
Descubro su voz de fuego
Todo queda al descubierto cuando habla
Cuando nadie se puede ocultar
De su sabia y vieja lengua de luz
Y de la verdad que cada uno ha construido
Incluso a base de mentiras
Pero al final salen a la luz y se hacen cenizas
Se hacen nada

Y acá estoy de nuevo
Viendo como corren las hormigas
En la sociedad de concreto

Es fin de año

Casi…

¿Creo?

Horas o siglos nos separan de un nuevo comienzo
Quizá siglos
Quizá ni exista esta lógica en el universo

¿Qué marca un nuevo inicio?

Solamente la decisión
Solamente cuando vencemos el miedo
No es cosa del tiempo
Cuando este es un concepto
Digamos demasiado
Humano
Demasiado relativo

Hay promesas en estos tiempos
O cuando se siente el límite del tiempo
Abundan las promesas
Como una peste de buitres
Que disfrutan la basura que nadie más resiste


Pensar
En los que simplemente ya no tienen tiempo
Donde ya ni alienta una promesa o un sueño
En éstos que se repiten en cada segundo
Se convierten en eternos andantes
En esos aburridos programas autómatas del capitalismo
Mi abuelo se fue justo en esta transición
Y eso si que es pasar de un estado a otro
Su partida si marcó una nueva etapa
Al menos la suya
Y un poco de la mía
Quizá fue en su sueño cuando descubrió este misterio
Sin necesidad de promesas descabelladas
O de las que siempre nos repetimos como plegaria
Hasta que nos sangre hipócritamente el pecho y los labios

Que diferencia encontramos en estos conceptos
Cuando cambia el tiempo
Naturaleza humana
Naturaleza animal
Naturaleza muerta
Naturaleza qué, inventaremos

Horas
Siglos
O ropa de marca…

¿Qué es lo que marca el paso del tiempo?

CAPITAL
Aseguran los que se hacen llamar sabios del desarrollo…

Y yo acá de nuevo
Esperando el ciclo de la luna y su magia
Esperando las voces de la noche y la madrugada
Que como zancudos
Me pican mientras me hago el dormido
Mientras persiste este insomnio
Mientras espero una respuesta al siguiente día

Curiosidad nada más…
Ante lo que quiero construir y retar al siguiente sol

Curiosidad nada más
Ese recurso de niño que sigue atemorizando a los grandes poderes

Curiosidad es lo que nos hace falta
Quitarnos la venda
Y yo quitármela una y mil veces más durante el día
Aprender a desconfiar
No del ser humano
Sino de lo que supuestamente vemos
Ver
Antes
Ver
Pero si siquiera
Nos dejan ser curiosos
Es peligroso preguntar por qué

Y entonces
Acaba la magia
Y con ella toda posibilidad de imaginación y creatividad
Y con ella nace la aceptación del mundo actual

Tic, tac, tic, tac, tic, tac…
Todos ríen
(Bueno casi todos o quizá en verdad muy pocos)
Seguro casi todos los niños
Y todos en la cuenta regresiva
Tres, dos, uno…
El resto cada uno lo sabe

Y entonces los niños afirman
Tiempo nuevo a las puertas es poder imaginar lo que harás aunque sea un instante…
Al siguiente te levantas con la misma cara
Y lo peor
Con la viejas ideas del apenas pasado
PASADO
Tic, tac, tic,
Tac,
Tic,
Tac,
Tic,
Tac…

Y así van absorbiendo
Todos los que hemos pasado
Por niños y niñas
La Naturaleza de la desubicación

Y sigo acá
Pensando en el sol y su recorrido
En el que también la luna develará esta noche

Y con mil preguntas en las viseras…

Curiosidad nada más.

Es sorprendente como en un par de pasos solares
Se pueda realizar un recorrido por todas las historias
Y que sobre todo cada uno logre hacerlo en la propia
En la verdadera y auténtica



Caminar
Se nos ha enseñado que se hace hacia delante
Pero a veces
Caminar hacia a tras ayuda un instante
Vernos
¿Entendernos?
Nunca aceptarnos tan deprisa
Y tratar de seguir hacia adelante
No más sabios
Pero si un poco más honestos

Celebremos el sol de esta tarde
Justo cuando es tiempo de las
Cuatro menos cuarto

Quién de nosotros entiende la vida y el tiempo

Quién de nosotros sabe exactamente qué es el sol

Yo iniciaré por preguntarle a un niño…

viernes, 22 de agosto de 2008

Un arco iris en el cielo.

Una mañana al prenderse el televisor justamente a la hora del reporte climático, el pronóstico hizo que dejara la cama de un salto. Se lavó las manos, mientras silbaba como pájaro frente al espejo salpicado de semanas anteriores. Se apresuró al balcón y mientras su mirada se levantaba al cielo, lentamente la brisa inició un tierno choque contra su epidermis reseca de tiempo y soles solitarios. Aspiró como queriendo inhalar las nubes por sus narices, instante eterno en el cual perdió conciencia de los sonidos que gritaban desesperados por la calle. Sus pies sugirieron un leve movimiento hasta quedar de puntillas y flotar como un fantasma de blanca luz sobre el viejo piso de su apartamento en el tercer piso. Rápidamente se fue al baño a darse una ducha. Sacó del viejo ropero unas ropas elegantes, se acomodó la corbata, sobre una camisa de seda gris.

Ya cuando estaba por salir, se examinó tranquilamente en el espejo que tenía a sus espaldas. Se sintió tan grande que por un momento no se veía completo por el reflejo. Solamente veía un brillo en las flores violetas estampadas en su corbata. Se acercó al calendario que marcaba el mes de mayo colgado a la pared y se lo metió dentro del bolsillo junto a su pecho. Tomó un paraguas negro y salió dispuesto al invierno. Al bajar por el largo pasillo que daba hasta el portal principal. Se encontró con la portera y una sonrisa celestial se dibujó en el rostro de ambos. Ella quedó viendo como su figura galante se difuminaba y regresó a sus que haberes, olvidando por completo el acontecido encuentro.

Al llegar a una de las esquinas, se metió a una cafetería, pidió café con leche y unas rosquillas bañadas en chocolate. Sentado junto al ventanal se dispuso en las letras que fluyeron instantáneamente al inicio como una leve llovizna y terminando como un torrente que llenó los reversos del calendario y todo espacio posible para escribir. Al terminar se levantó dejando unos billetes sobre la mesa, su figura quedó detenida por unos instantes en el arco de la puerta de la cafetería. Sus ojos se dirigieron a su muñeca derecha. El reloj marcaba las 11:47 A.M. Abrió el paraguas y al salir la lluvia rompió en llanto. Toda la gente echó a correr, mientras él sonreía y caminaba alto y resplandeciente. Se detuvo en la casa número veintitrés, contempló como la humedad resbalaba por las paredes y se agachó mientras introducía bajo la puerta su torrente de ideas en papel.

Bajo las lágrimas del cielo caminaba con la mayor complacencia. La vista casi se perdía a los dos metros de distancia, y el color gris pintaba las formas que estaban al frente. El sonido de los motores era leve. El miedo a la muerte redujo el peso del pie sobre los aceleradores y la desesperación no rompió los tímpanos con los bocinazos-puños cotidianos con que los seres humanos se suelen enfrentar por las calles y avenidas. De cierta forma la primera lluvia había relajado la ciudad con todo y sus histerias. Al ir por el camino de asfalto pisaba los charcos y se sacudía los zapatos mientras los limpiaba con el pantalón. La humedad subía por las mangas de los pantalones y besaba ya pasadas las rodillas. Avanzó hasta detenerse en el barandal, cerró el paraguas mientras sus labios iniciaron a pronunciar unos versos maravillosos al contacto de las gotas de lluvia.

Hoy amanecí líquido
Busco mi tercer estado
Estoy compuesto
Del noventa por ciento líquido
Y continúo derramándome
Por mis lagrimales
Hoy amanecí líquido
Y busco la corriente
Del hermoso río agitado
Que arrastra a sus peces,
Sus rocas,
Y sus barquitos de papel…

Barquitos de papel
Donde se perdieron los sueños de infancia.

Hoy, amanecí líquido
Como una gota más de esta lluvia
Que cae, que cae, que cae, que cae…
Que ca..

Al finalizar la lluvia, apareció un arco iris que cruzó el cielo, donde se perdían sus gotas poemas. Pocos ojos, pocos oídos lo notaron, no estaban acostumbrados a este tipo de poesía.