miércoles, 16 de diciembre de 2009

El despertar de un huracán que se encontraba encerrado en una gota de lluvia.

Estaba pensando hace un instante. Y no entiendo aún por qué llueve. Quizá sea porque… ¿Recuerdas? En el instante que llegamos cayó la tormenta. Y qué pasará cuando nos vallamos de este sitio. La lluvia se ira con nosotros. Y en que momento caerá de nuevo. No quiero que el camino se extienda con tiempo de arena, ni que las serpientes me piquen los talones cuando escurra cada segundo. Entiendo. Y qué haré cuando tenga secos los labios y cuando al borde de la locura implore un poco de lluvia. Dentro lloverá… En el recuerdo. No me bastará. Nunca es suficiente. Y nunca lo será. Sigue lloviendo. ¿Y dentro de ti? Llueve aún más. Me encanta escuchar la mezcla de los sonidos de esta tormenta y tu voz. Imagino que mis dedos se convierten en lluvia y me adentro al misterio de tus cabellos. Y más. ¿Hasta dónde? Hasta donde tus cabellos se conviertan en la oscuridad y mis dedos se hallen perdidos. Hasta que tus palabras olviden el lenguaje estructurado y opten por el lenguaje del alma y de la locura. Hasta que me convierta en gota de lluvia y descubra tus mantos acuíferos en la inmersión por tus profundidades. Hasta que tus cabellos aprisionen mis dedos y un vaivén de vida y muerte bese nuestros cuerpos. Hasta que la lluvia se convierta en ave huracán y en sus alas nos lleve lejos. Hasta que las estrellas todas se unan y provoquen el inmenso rayo de luz blanca que descenderá a la tierra y en un segundo descubra tu misterio…
No entiendo si nosotros buscamos la noche o fue ella quien nos buscó hasta hacernos diminutos. Cada uno traía una mitad de ella y la mitad de un deseo. ¿Desde cuándo? Desde aquella mirada. ¿Cuál? Una muy filosa y con punta de lanza que encabezaba una guerrilla de sonrisas en plena mañana. Lo sé por el color de tus mejillas. Rojo. Como la sangre trémula de esta batalla. ¿Quién vencerá? ¡Ambos! Porque descubrimos nuestras alas y en este cielo nocturno nos hacemos al vuelo, porque he descubierto tu deseo y tu mitad. La mitad eterna. Porque ahora somos dioses, dueños del tiempo y de la noche. Porque no necesitamos de máscaras encima de esta nube. Porque solo existimos ambos en todo el universo. Y en él nos reímos. Aborreceré la luz del día, pues con esa luz solamente veré la distancia. Y la noche solo me arrinconará en la nostalgia. No quiero pensar en ello. Yo tampoco. ¿Ya te diste cuenta? Sí… Creo que es un huracán. ¿Estas seguro? Sí, todo inició con una gota de lluvia.